Dos años sin tener noticias de los sindicatos y nos aparecen como unas ladillas en los huevos, en el peor momento. Resulta que los conductores del Metro de Madrid, semifuncionarios, acomodados y con un sueldo más que importante, se quejan por la bajada de sueldo prevista para ellos del 2%. Ante tal injusticia, los líderes sindicales, liberados seguramente y que no suben a trabajar al metro desde que era tirado por caballos, deciden saltarse a la torera la ley y hacer una huelga salvaje que no respeta los servicios mínimos.
El caos planteado en Madrid no tiene nombre. En plena época de exámenes, días laborables y con el calor sofocante del inicio del verano se forman colas tercermundistas en las paradas del bus y atascos en las principales vías de la capital. Lo que más me quema es la típica táctica de los piquetes, terrorismo puro y duro, que no respeta a los trabajadores que quieren desarrollar su trabajo y les impiden mediante la fuerza su derecho a trabajar.
Si alguien en este país tuviera cojones aprobaría una ley sobre el derecho a huelga, una que considere el abuso de los piquetes (formados por liberados que no trabajan en todo el año) como un delito por coacción con uso de fuerza. Además de esta ley, si alguien tuviera más cojones aún, cogería a todos aquellos que hacen huelga sin respetar servicios mínimos y los despediría. Mientras tanto, que lleven los trenes un puñado de soldados hasta que formemos a nuevos conductores. Os aseguro que después de 15 días de huelga, días en los que no cobrarían su sueldo, más de uno volvería voluntariamente a su puesto de trabajo.
Un consejo gratuito al listo que salió en la tele diciendo "vamos a reventar Madrid", escóndete o cambia de peinado, con mucha suerte no te cruzaras con nadie que te reconozca y te pegue un par de hostias por bocazas.
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